Por: Ignacio Lagarda Lagarda
Cronista Municipal de Hermosillo

En julio de 1927, el general Fausto Topete Almada resultó electo gobernador del estado de Sonora. Durante su mandato inició la aplicación de la educación gratuita a nivel primaria y secundaria en el estado, igualmente redujo la deuda de Sonora y realizó inversiones en infraestructura.

En julio de 1928 se celebraron elecciones federales en México para escoger a un nuevo presidente de la república, resultando ganador Álvaro Obregón. Sin embargo, pocos días después, Obregón fue asesinado, dejando el puesto vacante.

El cisma se presentó dentro del Ejército y el gobierno mexicano, mientras dos facciones se comenzaron a organizar ante la situación: los callistas y los obregonistas. La primera cerró filas en torno a Plutarco Elías Calles, mientras que la segunda consideró y defendió la idea de que tenían que encabezar, por “derecho hereditario”, el período gubernamental que conduciría Obregón. El enfrentamiento no se dio abiertamente, sino que ambas fuerzas comenzaron a maquinar la manera de llegar al alto mando del Poder Ejecutivo y desde ahí conducir los hilos del Estado.

El entonces presidente Elías Calles, consciente de la perturbación inminente que se presagiaba —lo cual no era un misterio para nadie—, en vísperas al proceso para designar al presidente provisional y definir la candidatura del candidato a la Presidencia de la República, para contender en las elecciones extraordinarias de 1929, anunció ante el Congreso, su proyecto para conjurar la crisis política. Claro, sin ignorar que su plan buscaba consolidarlo como Jefe Máximo, aprovechando la coyuntura por la muerte de uno de los principales caudillos de la Revolución Mexicana. Por lo cual propuso al Congreso la designación de un presidente provisional civil, con la intención velada de cerrar cualquier posibilidad de que los declarados obregonistas, entre ellos los generales Manuel Pérez Treviño y Aarón Sáenz, llegaran al poder.

Todo parecía marchar en paz y acorde al plan; sin embargo, un sector obregonista comenzó a reorganizarse para retomar el control del poder político. La noticia de la designación de Portes Gil motivó a un grupo de diputados y senadores a fraguar una rebelión militar. El 24 de septiembre de 1928, se informó al presidente Calles que los diputados José Dolores Miramontes y Ricardo Topete, habían manifestado su inconformismo en la Cámara de Diputados. Incluso, Topete había acusado abiertamente a Calles de ser el responsable intelectual del magnicidio de Obregón, por lo cual comenzaron a ser vigilados.

Al concluir el período de Elías Calles el congreso nombró al licenciado Emilio Portes Gil como presidente provisional de México el 1 de diciembre de 1928.

Después de que Portes Gil asumiera la presidencia empezaron a surgir grupos políticos contrarios a él, acusándolo de ser dirigido por el expresidente Plutarco Elías Calles, cuyo gobierno había concluido el año anterior.

De manera paralela Calles seguía teniendo gran influencia en escenario político nacional, lo que fortalecía las acusaciones contra el presidente interino.

El nuevo presidente también encontró oposición en Sonora, el gobernador Fausto Topete, el excandidato presidencial José Vasconcelos y José Gonzalo Escobar estaban entre los más indignados, de modo que el 3 de marzo de 1929 proclamaron el Plan de Hermosillo, desconociendo la presidencia de Portes Gil como presidente de México, denunciando públicamente los excesos de Elías Calles, y nombrando a Escobar, jefe de operaciones militares de La Laguna, como el sucesor en la Presidencia.

El Plan de Hermosillo, en sus 15 artículos, además de desconocer a Portes Gil, pedía la destitución de todos los legisladores, gobernadores y magistrados de la suprema corte que se opusieran a su realización. Igualmente proclamaba a Gonzalo Escobar como jefe supremo del Ejército Renovador de la Revolución. Decía, además, que:

“Plutarco Elías Calles, el judío de la Revolución Mexicana, pretende hoy continuar a toda costa en el solio de los Césares, quiere seguir imponiendo el capricho de su voluntad sobre la Ley, sobre las instituciones y sobre la voluntad suprema del Pueblo, y para ello inventando cada día nuevas máscaras, nuevas comedias y mistificaciones nuevas, ha soñado con la posibilidad de burlar una vez el sentir y el querer del Pueblo, imponiendo en la Presidencia de la República, por la fuerza de las bayonetas y del crimen, a uno de sus títeres, a uno de sus instrumentos, a uno de los miembros de su farándula, y para realizar fielmente este propósito la máquina del imposicionismo se halla en plena actividad: consignas a los Gobernadores, órdenes categóricas a los jefes militares, amenazas, coacciones, ceses o desafueros, para quienes no se inclinan ante la consigna; persecuciones, atentados, calumnias y crímenes contra los ciudadanos conscientes y dignos en el ejercicio de sus derechos; cohechos, sobornos, dádivas, prebendas, canonjías para todos los que inclinan servilmente la cabeza ante el gesto del César; comedias, farsas de democracia para engañara los incautos y engañarse así mismo y en el fondo de este cuadro denigrante, en la penumbra de este horizonte sombrío, Plutarco Elías Calles, el gran impostor, inspirándolo y dirigiéndolo todo, los Poderes Públicos, la Administración, la política y la farándula.”

Plan de Hermosillo, 1929.

“…Después del infame asesinato del general Álvaro Obregón con el cual se hundió a la Patria en negro oleaje de un porvenir incierto, acto en el que se ha considerado a Elías Calles como el responsable verdadero e indirecto, después de las declaraciones premeditadas ya antes del crimen nefasto en las que se aseguraba que se dejaría al país en libertad para entrar de lleno al “Régimen Institucional”, libre de todo caudillaje…”

Plan de Hermosillo, 1929.

El Plan de Hermosillo fue firmado por 36 personas entre ellas múltiples diputados federales y diputados locales de Sonora. Entre los firmantes más destacados estaban los generales Francisco R. Manzo, Roberto Cruz, Ramón F. Iturbe y Eduardo C. García; el coronel Gabriel Jiménez, Fausto Topete, gobernador de Sonora, el Senador Alejo Bay, Jesús J. Lizárraga, secretario de gobierno de Sonora.

La estrategia de rebelarse contra Calles la planeó en Sonora por el gobernador del estado general Fausto Topete, su hermano el general Ricardo Topete, coordinador del bloque obregonista en la Cámara de Diputados, y el general Francisco R. Manzo, entonces jefe de la zona militar de Sonora. A este grupo se sumó el licenciado Gilberto Valenzuela, ex colaborador de Calles y redactor del Plan.

Al movimiento sonorense se sumaron los generales Jesús M. Aguirre, sonorense nacido en Ures, en Veracruz, Francisco Urbalejo, Juan Gualberto Amaya y Enrique R. Nájera, en Durango, Marcelo Caraveo, Cesáreo Castro y el villista Raúl Madero, en Chihuahua; Antonio Ríos Zertuche del Estado de México. También hubo manifestaciones de rebelión en Zacatecas, Michoacán, Jalisco, Guanajuato, Coahuila, Colima, Sinaloa, Nuevo León y Baja California, que encabezaban a unos 30,000 soldados alzados que representaban casi la tercera parte del ejército mexicano.

El movimiento originado por el Plan de Hermosillo fue denominado “Rebelión Escobarista”, en referencia a su líder el general de división José Gonzalo Escobar o “Movimiento Renovador”, porque conformaba al “Ejército Renovador de la Revolución”, cuyos objetivos políticos eran evitar que Calles impusiera al nuevo presidente.

Por un lado, el Plan de Hermosillo colocaba al general Gonzalo Escobar como líder del movimiento, sin embargo, pretendía impulsar al licenciado Gilberto Valenzuela como próximo presidente de la república, y por otro, buscaba el reposicionamiento de los obregonistas en el gobierno que estaba por elegirse.

A pesar de que los informes de los agentes daban seguimiento y conocimiento del cuartelazo que se estaba ideando en el norte por parte de la facción obregonista, no se hizo nada para impedirlo. Todo parece indicar que se buscó orillar a esa situación para aniquilar la oposición militar, depurando con ello las filas del Ejército Mexicano.

Cabe señalar que el gobierno mexicano había tomado la iniciativa de modernizar su aviación militar, ya que la Fuerza Aérea Nacional estaba seriamente desgastada debido al interminable conflicto con los Cristeros y los Yaquis, con la adquisición de nuevas aeronaves de procedencia estadounidense, entre ellas, aviones Douglas equipados con ametralladoras; Stearman de observación y alcance; Douglas O2-M2 equipados con dos ametralladoras; Waco y Vought ‘Corsair’ equipados, con tres ametralladoras Lewis 8 milímetros, tripulados por los pilotos Roberto Fierro Villalobos, Luis Farell Cubillas, Alfredo Lezama, Adán Pérez Gálvez, Manuel Zayas, Agustín González Castrejón, Alfonso Cruz Rivera, Alfonso Ceballos, Jorge Llerena, Juan Gutiérrez, Jesús Gaona, Agustín González Castrejón, Alfonso Cruz Rivera y Martin del Campo, Rayma L. Andrews y Pablo Sidar Escobar.

El 4 de marzo, el congreso de Sonora expidió la Ley 120, desconociendo al gobierno de Ciudad de México y otorgando facultades extraordinarias al gobernador del estado, entre ellas el mando sobre las oficinas federales, los asuntos de hacienda y guerra.

Tres días después concedió al gobernador Topete una licencia por seis meses para separarse de su puesto y lo autorizó para que asumiera el cargo de segundo en jefe del Cuerpo de Ejército del Noroeste, y conservara el mando de la fuerza pública y nombrando gobernador provisional en su ausencia  a Jesús J. Lizárraga.

Una vez pronunciado el Plan de Hermosillo, inmediatamente se iniciaron las acciones militares. Dos días después, los insurrectos controlaban los estados de Oaxaca, Veracruz, Nuevo León, Coahuila, Chihuahua y Sonora.

El expresidente Plutarco Elías Calles, fue nombrado secretario de Guerra y Marina para dirigir las operaciones militares que se llevarían a cabo, secundado por cuatro columnas de combate, dirigidas por los generales de división: J. Andreu Almazán, que avanzaría a Torreón desde Monterrey por las líneas de Saltillo e Hipólito, Coahuila; Saturnino Cedillo, en Jalisco, Michoacán, Querétaro y Guanajuato; Lázaro Cárdenas por la costa del Pacífico y Abelardo L. Rodríguez que operaría en las zonas fronterizas de Baja California y Sonora.

A las tropas federales se sumaron dos divisiones más integradas por campesinos de la Liga Nacional Campesina y militantes del Partido Comunista Mexicano (uniformes rojos).

La unidad aérea se dividió también en tres escuadrillas para asistir a las diferentes columnas, quedando de la siguiente manera:

La Primera Escuadrilla quedó al mando de Roberto Fierro, llevaba el grueso de la flota apoyando la columna de Almazán, y volaba de Torreón para acosar a los rebeldes en retirada, se conformó por los 6 Corsarios, un Waco 10, un Travel Air 600 y un Stinson. 

La Segunda Escuadrilla estaba al mando de Pablo Sidar, con 3 nuevos Corsarios, un Bristol Boarhound y un Stinson SM-1. Se unió a la División de Lázaro Cárdenas, que iba de Guadalajara a Sonora.

La Cuarta Escuadrilla estaba al mando del Cap. Manuel Zayas y se fue con las tropas de Saturnino Cedillo para hostigar a los Cristeros, cuenta con 2 Bristol F.2B, un Waco 10 y un Stearman C-3B.

Mientras tanto, la Tercera Escuadrilla siguió operando como una unidad aparte en Baja California y Sonora, la comandaba Agustín González Castrejón, y contaba con un Bristol Boarhound pilotado por Alfonso Cruz Rivera, y los Stearman C-3B

Escobar marchó sobre Monterrey, y el 4 de marzo se presentó ante la ciudad con 1 500 hombres y avanzó hasta la penitenciaría, tomando la plaza después de que general Rodrigo Zuriaga, fue muerto allí de un balazo en la cabeza

En los primeros días de marzo Monterrey, Saltillo, Nogales, Naco, Agua Prieta y Hermosillo ya estaban también en poder de los sublevados.

El 9 de marzo, inició la campaña contra Gonzalo Escobar, quien estaba en Monterrey, a donde Eulogio Ortiz y Juan Andrew Almazán se dirigieron con el grueso de las fuerzas federales.

Al día siguiente, ante el acoso de las fuerzas federales Escobar evacuó la plaza, no sin antes llevarse un millón de pesos en oro de la sucursal del Banco de México, rumbo a Saltillo y de allí a Torreón, Coahuila, donde fue ametrallado y bombardeado el 17 de marzo por el ejército federal, y optó por encaminarse hacia Chihuahua, con el propósito de resistir junto con Caraveo.

Fue perseguido por Corralitos, Rellano y finalmente Jiménez, Chihuahua, donde fue ser aniquilado por Andrew Almazán.

En Veracruz las cosas no pintaban bien para los sublevados, Jesús M. Aguirre, que comandaba el foco rebelde en el lugar, fue detenido el 20 de marzo por las fuerzas de Miguel Acosta, sometido a juicio y fusilado al día siguiente en Almagres, Veracruz,  perdiendo así el llamado Ejército Renovador a uno de sus principales líderes.

Los generales Escobar, Castro, Urbalejo y Madero, huyeron rumbo a Camargo, luego a Chihuahua y finalmente a Ciudad Juárez, donde se auto exiliaron en Estados Unidos, saliendo por Ciudad Juárez el 8 de abril cargando con su valioso botín de guerra, para terminar finalmente en Canadá.

A los pocos días de su victoria en Jiménez, Andrew Almazán cruzo en cañón del Púlpito rumbo a Sonora para reunirse con el general Lázaro Cárdenas en Hermosillo, terminando así con la rebelión Escobarista que logró tomar las plazas de Saltillo, Durango, Parral, Navojoa, Nogales, Monterrey, Veracruz, Torreón y otras en los estados de Sinaloa y Sonora; con un saldo de unos 2,000 muertos.

El bombardeo de Hermosillo

Por otra parte, la columna del general Lázaro Cárdenas arrancó operaciones desde Guadalajara avanzando y atacando a las fuerzas rebeldes en Sinaloa donde el 23 de marzo, perdió al Tte. P.A. Alfonso Ceballos, herido al atacar las fuerzas enemigas y falleció al no poder aterrizar su avión debido a sus heridas.

El 26 de marzo, un vetusto avión Standard J-1 de los rebeldes, pilotado por Dennis Taylor, fue derribado y destruido en Mazatlán durante un combate aire-aire por un Corsair federal al mando del Tte. P.A. Jorge Llerena.

En Mazatlán el mando fue tomado por el propio Elías Calles.

El 27 del mismo marzo las avanzadas de Cárdenas y Calles llegaron a Rosario, el 30 derrotaron a los renovadores en El Limón, el 9 de abril recuperaron Culiacán. En su afán de llegar hasta el núcleo de la rebelión en Hermosillo, Elías Calles y Cárdenas avanzan hacia el noroeste, pasaron por San Blas, Sinaloa, que la bombardean, y el día 20 de abril llegaron al límite meridional de Sonora.

El 15 de abril los generales rebeldes Francisco R. Manzo y Benito Bernal, habían abandonado el campo renovador expresando que habían sido engañados y desde Nogales, Arizona, lanzaron un manifiesto en donde invitaron a sus correligionarios a deponer las armas.

El 22 se movilizaron de Estación Don al norte, al día siguiente lo hicieron las infanterías, los cañoneros “Bravo” y “Progreso” bombardearon Guaymas y lo mismo hicieron las escuadrillas aéreas en Navojoa, sembrando el pánico entre los rebeldes y la población pacífica. El día 24 los rebeldes abandonaron casi sin combatir las posiciones que habían levantado en Masiaca, el 26 recuperaron Navojoa.

Entre el 25 y 27 de abril la Segunda Escuadrilla tripulada por los pilotos Pablo Sidar y Roberto Fierro llegan a la recientemente renombrada Ciudad Obregón, antes Cajeme, y la bombardean y una de las bombas federales afecta el edificio del Consulado Norteamericano, otras más hacen blanco en la calle y otra golpea la agencia de autos Huffaker, sin explotar. Los aviones atacan los trenes rebeldes, pero éstos maniobran hacia adelante y hacia atrás esquivando las bombas.

La mañana del domingo 28 de abril de 1929, los habitantes de Hermosillo se despertaron inquietos ya que muy temprano había llegado un convoy del ferrocarril con tropas y soldados escobaristas heridos y derrotados, y porque las autoridades civiles y militares no se encontraban en la ciudad y se rumoraba ya habían huido a los Estados Unidos en calidad de refugiados políticos. Sólo se veían oficiales y soldados abandonados a su suerte; muchos de ellos ignoraban que los habían dejado al garete. Las personas pudientes habían buscado refugio, unos a la Manga, otros a Villa de Seris o en ranchos circunvecinos.

Ninguna autoridad militar había para que resguardara el orden, solo se encontraba las autoridades civiles encabezadas por el presidente municipal sustituto Nicolás Burgos Vega, pues el titular Ignacio L. Romero había pedido licencia y ausentado de la ciudad; el cabo Aguilar, Joaquín Martínez y Ramón F. Zamora, así como el señor Tapia, alcaide de la penitenciaría.

El día anterior, las autoridades civiles habían recibido un telegrama fechado en Nogales firmado por el gobernador provisional Jesús G. Lizárraga, pues el gobernador titular Fausto Topete también había pedido licencia para ocuparse de la rebelión, en el que les decía que se hicieran cargo de todos los servicios de la ciudad y que en caso necesario “podrían contar con las garantías que su gobierno les daría”.

La gente temía las represalias que el gobierno federal pudiera emprender en contra de la población, dado que aquí se había promulgado el “Plan de Hermosillo” y las noticias hablaban de que el ejército federal ya estaba en las puertas de la ciudad.

En ese ambiente de incertidumbre y desolación, a eso de las 8:50 de la mañana, un soldado rebelde que se encontraba en la estación del ferrocarril, localizada en las calles Juárez y Ferrocarril (Bulevar Luis Encinas), alertó a sus compañeros de la presencia de tres aviones federales volando sobre el cerro de la Campana. Eran el Corsario, el Bristol Boarhound y el Stinson SM de la Segunda Escuadrilla al mando del piloto Pablo Sidar. Fue entonces que un artillero que tenía un cañón sobre una plataforma comenzó a disparar sobre los aviones y se inició el combate.

La confusión que se produjo fue terrible; todo el mundo huía; algunos soldados disparaban ametralladoras contra los atacantes, y otros, la mayoría que se encontraba en los techos de los vagones, saltaban, abandonando rifles y cartucheras y huyendo, buscando refugio en las casas vecinas. Las casas vecinas de la Estación fueron materialmente invadidas por soldados que buscaban de amparo.

Un grupo de cuarenta o cincuenta niños que, en vez de asistir a la función de cine dominical, a donde creían sus padres que habían ido, fue sorprendido en la estación. Los niños corrieron por la Calle Juárez hacia el Sur mientras un avión rojo los seguía con sus disparos.

Desde una esquina del Cuartel del Catorce, localizado en las calles Yucatán (Colosio= y Guerrero, un soldado abrazado a un poste hacía fuego a los aviones con una pistola 45 y al verlo uno de los aviadores creyendo que había tropa en el cuartel, lanzó varias bombas sobre el edificio.

En la esquina que hoy forman las calle Iturbide y el boulevard Luis Encinas, un militar hacia fuego con una ametralladora, respondiéndole a uno de los aviadores con su arma de tiro rápido y dos bombas, cayendo una de ellas en el Molino Harinero “El Hermosillense”, y otra que no explotó frente al mismo edificio.

Desde la esquina de las calles Yucatán (Colosio) y Rosales, un teniente hacía fuego con una ametralladora, originando que uno de los pilotos le dirigiera el fuego de su ametralladora automática. Hubo otros individuos que, en varios puntos de la zona aledaña a la estación del ferrocarril, hicieron fuego a los aviones.

Antes del bombardeo, la mayoría de los altos jefes de la rebelión ya habían cruzado la frontera para ponerse a salvo, excepto el general Román Yocupicio que con su Cuerpo se dirigió al centro del Estado y se rindió en el pueblo de Tónichi, pidiendo garantías para sus hombres a fin de que pudieran volver a sus hogares.

El general Roberto Cruz y el gobernador general Fausto Topete Almada que, según se dijo, presenciaron la incursión de los aeroplanos atacantes y después de las trece horas salieron en automóvil rumbo a Nogales, Arizona.

Ese mismo día por la tarde, llegaron a Hermosillo las tropas federales en una impresionante demostración de fuerza, que los cabecillas del movimiento no tuvieron interés en presenciar.

El 29 de abril, el general Juan Andreu Almazán informó al general Plutarco Elías Calles que la rebelión escobarista, estaba prácticamente eliminada, ese mismo día llegó a Hermosillo el Gral. Lorenzo Muñoz para hacerse cargo de la administración militar, dictando disposiciones conducentes a poner orden.

El día 30, el comercio abrió sus puertas y comenzaron a verse a personas civiles en la calle.

El día 2 de mayo arribaron a la ciudad los generales Plutarco Elías Calles y Lázaro Cárdenas hospedándose en el Hotel Ramos.

Al mediodía del 3 de mayo desfilaron por Hermosillo las tropas del general Cárdenas. La sección de ametralladoras pesadas causó asombro entre el público, lo mismo que los seis mil dragones, y a pesar de que no participó la sección de artillería que permaneció en la estación del ferrocarril, la demostración de poderío militar duró más de una hora.

Los tres magistrados del Supremo Tribunal de Justicia del Estado, Don Atilano Labrada don Fernando Girón y don Alfonso Almada, fueron detenidos y puestos a disposición de la Secretaría de Guerra y Marina.

Otros exfuncionarios del gobierno estatal también fueron encarcelados, como los jueces don Ignacio Navarro y don Enrique Fuentes Frías; don Francisco de P. Castillo, quien en el gobierno anterior fue Oficial Mayor de la Cámara de Diputados; el exdiputado profesor don Prisciliano Carrillo; don Arturo Salazar, don Luis M. Valenzuela, don José Gómez, don Enrique Orozco, don Limbano Domínguez, don Bernardo Bravo, don Genaro Monteverde, y otros mas.

Ese mismo día la Comisión Permanente del Congreso de la Unión declaró desaparecidos los Poderes Locales y nombró gobernador provisional a don Francisco S. Elías. Oficialmente quedó liquidada la rebelión escobarista, con la rendición de los últimos alzados.

Sin embargo, lo que impactó más a la opinión pública, fue la noticia de que un hombre llamado, Rafael “Rafaelito” Izábal, intentó agredir con una navaja al general Calles en el Hotel Ramos, poco después de su llegada. Se informó que el general Rico, quien estaba presente, intuyó el intento de “Rafaelito” y le detuvo el brazo en el momento más oportuno. Seguidamente Izábal fue desarmado y entregado a la policía municipal.

Después de aquel domingo trágico, la ciudad quedó consternada y horrorizada. En los hogares se comentaba a media voz que el bombardeo fue innecesario ya que el ataque no se concentró en la estación del ferrocarril, sino que se generalizó por la ciudad, y lo comprobaba el hecho de que todas las víctimas fueron civiles; ningún rebelde resultó con heridas.

El resultado del bombardeo fue el siguiente:

Muertos: Jorge Rafelovich, un inmigrante nativo de Yugoeslavia, de 68 años de edad, exportador de naranja y agricultor, quien fue volado por una granada cerca de la estación y destrozado su caballo y “bogue”; Miguel Norzagaray, albañil de 42 años de edad levantado por Antonio Valenzuela en la esquina de las calles Octava y Jalisco; Niño Juan Diego Beltrán de 8 años que vivía en la calle Ramírez sin número; Vicente Amador de 50 años de edad de la calle Jalisco No.19; Felicita Zazueta, viuda como de 60 años calle Oaxaca junto al No.61; Lorenzo R. Granillo, como de 26 años, mecánico, recogido en la calle Durango; Joaquín Peña, carpintero trabajador de El Hermosillense recogido en la calle Durango. Una señora de raza indígena que vendía lonches conocida por “Chole”,  recogida de la calle Manuel González frente al número 44; una señora desconocida recogida de la calle Sonora al este del Jardín Juárez; un soldado de nombre Tranquilino Hernández recogido del Cuartel 14; una soldadera desconocida que venía en la Cruz Blanca recogida de las calles Matamoros y Oaxaca; dos señoras desconocidas levantadas una en la Plaza 16 de septiembre y otra del Jardín Morelos.

Heridos: Señorita Socorro Granillo de 17 años recogida en su case en la calle Sonora frente a la Comandancia de Policía; María Luisa Granillo de 19 años de la misma casa; Lidia y Eloisa Cota de más o menos la misma edad heridas en su casa en la calle Sonora frente Comandancia de Policía. Niño Carlos Almada como de 10 años, Pedro Miranda como de 60 años, Carlos Álvarez como de 30 años, Eulogio Miranda como de 30 años, Manuel Méndez, anciano como de 65 años; Felipe Díaz como de 40 años; Juan Beltrán de 40 años vivía en el Cuartel Palomar y señora Faustina A. de Murillo, como de 35 años.

El 12 de mayo el general Plutarco Elías Calles, fue recibido triunfalmente en la ciudad de México.

La rebelión escobarista fracasó y terminó en junio de ese año. Su líder, José Gonzalo Escobar, se exilió en Estados Unidos y después Canadá. La presidencia de Portes Gil supuso el comienzo del Maximato, donde Plutarco Elías Calles ostentó el poder hasta que Lázaro Cárdenas le exilió del país.

Al parecer, aunque Cristeros y Escobaristas sostuvieron pláticas para aliarse contra el gobierno, éstas no llegaron a buen término, ni siquiera por el hecho de que el Plan de Hermosillo proponía suprimir la odiada Ley de Cultos emitida por Calles.

Escobar regresó a México hasta el año de 1943 cuando el presidente de la República el general Manuel Ávila Camacho quien, tratando de ejercer una política conciliadora en todos los niveles, le otorgó el perdón, se retiró del ejército. Falleció en la Ciudad de México en 1969.

Fausto Topete Almada perdió su grado militar y se exilió en Los Ángeles, California, donde permaneció 6 años. El gobierno federal lo demandó por 100 millones, por los daños ocasionados por la rebelión.

En Los Ángeles, sobrevivió trabajando en una gasolinera, después se dedicó a la fabricación de sal de uvas, y posteriormente se involucró en negocios inmobiliarios y agrícolas. Regresó a México por Mexicali, el gobierno de Lázaro Cárdenas le regresó su grado militar, adquirió tierras y se dedicó a la siembra de algodón en el valle de Mexicali. Participó en la campaña de Manuel Ávila Camacho (1939), la de Abelardo Rodríguez en Sonora (1943) y -en su última incursión política- figuró como candidato a Senador con Ezequiel Padilla del Partido Democrático en 1946 y perdieron la elección.

Murió cuando le practicaban cirugía pulmonar en San Diego y al Doctor Barba que lo operaba, le dió un infarto en plena operación. Fue sepultado en el panteón municipal 2 de Mexicali en diciembre de 1952.

Pablo Sidar Escobar, adquiría la categoría de héroe nacional por sus hazañas como acróbata aéreo y luego por sus vuelos a América del Sur. Falleció el 11 de mayo de 1930 junto con Carlos Rovirosa en el intento de un vuelo sin escalas que partió de Oaxaca, México, que pretendía llegar a Buenos Aires, Argentina, y que finalmente fue derribado por una tormenta en Playa Cieneguitas, Limón, Costa Rica. Su cuerpo fue repatriado a México, y por orden del presidente Pascual Ortiz Rubio se depositó en la Rotonda de las Personas Ilustres de la Ciudad de México.

De los pilotos Luis Farell Cubillas fue ascendido a Mayor y. fue jefe del Estado Mayor Presidencial, Roberto Fierro Villalobos y Alfonso Cruz Rivera fueron jefes de la Fuerza Aérea Mexicana.

FUENTES CONSULTADAS
Alejandro Mungarro Daniels. El bombardeo a Cajeme en 1929. Jueves 25 de abril de 2019, https://www.infocajeme.com/mirada-retro/2019/04/el-bombardeo-a-cajeme-en-1929/
Francisco R. Almada. Diccionario de historia, geografía y biografía sonorenses. Apple Books.
Gilberto Escoboza Gámez. El Domingo Sangriento de 1929. 25 de abril de 1989
Gilberto Escoboza Gámez. El ataque de la aviación militar a Hermosillo. Lunes, 27 de octubre de 2008
Gilberto Escoboza Gámez. El primer bombardeo aéreo
Gilberto Escoboza Gámez. Datos sobre el bombardeo a Hermosillo en 1929
Plan de Hermosillo. Hermosillo, Sonora, 3 de marzo de 1929.
http://www.biblioteca.tv/artman2/publish/1929_216/Plan_de_Hermosillo_1543.shtml
Jacobo Mendoza. Del plan de Agua Prieta al plan de Hermosillo (Spanish Edition). Edición de Kindle.
Samuel Banda Dr. La aviación militar mexicana en la Rebelión Escobarista. Parte 1 y 2. Sábado 4 de marzo de 2017. http://drsamuelbanda.blogspot.com/2017/03/la-aviacion-militar-mexicana-en-la.html
Sergio Anaya. El día que bombardearon a Cd. Obregón. Jueves 25 de abril de 2013. https://www.infocajeme.com/retrospectiva/2013/04/el-dia-que-bombardearon-a-cd-obregon/
Ramón F. Zamora. Las bajas del bombardeo de Hermosillo de 1929